De las inconveniencias de nacer más de una vez
El día y la hora que convenimos una semana atrás llegó. No fue nuestro primer encuentro ya que nos habíamos visto en otros contextos sobre todo del tipo académico, sin embargo, esta vez nuestro objetivo fue hacer terapia.
Mi experiencia de
ella hasta ese momento era de una mujer callada porque en las clases suele no
decir mucho. Por ello me tenía sumamente intrigado la idea de encontrarnos por
espacio de 50 minutos nosotros dos solos.
Finalmente
comenzamos a dialogar y la imagen que hasta ese rato tenía de ella se
transformó en preguntas: ¿Por qué suele no decir nada en clase? ¿Por qué elige
no compartir sus reflexiones con nosotros? ¿Qué hacemos como grupo para que
elija no dejarnos ver lo interesante de sus formas de pensar?
También me
percaté que me estaba llevando en su mismo dialogar, que no solo atiende a las
palabras sino a su total presencia, tonalidad de voz y de más, a reflexiones
propias como las que pretendo compartirte.
Y es que hasta
sus 50 años de vida se encontraba siendo una mujer muy diferente a la que hoy a
sus 60 da cuenta que es. La manera en la que sus otros cercanos reaccionan a su
nueva forma de significar su vida y el mundo, es lo que motivó mi reflexión.
La ontología
existencial refiere que un elemento constitutivo como especie es el movimiento
en tanto tal, siempre estamos cambiando. Es un hecho fáctico en realidad si
atendemos a las evidencias que la biología nos comparte respecto a nuestras
células, por ejemplo.
Yo he dado
cuenta que, aunque estoy cambiando diariamente lo noto de manera más clara
cuando dichos cambios se han acumulado. A inicios de la pandemia pesaba menos
que lo que peso ahora, hace algunos años, no me preocupaba mi pérdida de
cabello, tampoco era evidente que mi salud, por el poco movimiento se ha
deteriorado y que necesito activarme.
Déjame ser más
claro: he ido ganando gramos con el paso del tiempo entre marzo de 2020 y
octubre del 2021 (culpo al pan dulce), sin embargo, no es sino hasta que esos
gramos provocaron que suelte un poco más de lo usual mi cinturón que me di
cuenta.
Así mismo
considero que se me han caído diariamente cabellos desde hace muchos años, sin
embargo, hoy me percato que los espacios vacíos en mi parietal son notorios.
En fin, siempre
estamos en movimiento más no es usual que lo notemos de manera reflexiva
(alguna vez te compartiré el fascinante argumento filosófico-existencial sobre
la consciencia).
No solo he
cambiado de manera objetiva en tanto cuerpo, lo he hecho de manera subjetiva en
tanto mis formas de significar el mundo, a mí mismo, a los otros, otras. No me
he dado cuenta por autoanalizarme solamente, quienes me conocen también me han
ayudado a percatarme de esos cambios, a veces de formas no tan agradables.
He cambiado mis
maneras de percibir a dios, de colocar mis prioridades, mi orientación
vocacional, mi concepto familia, mi concepto pareja, mi ideal de trabajo, mi
concepto amistad, mi manera de concebir la psicoterapia, mi forma de amor a la
sabiduría, mi masculinidad, etcétera.
Ahora bien,
¿renacemos? ¿nacemos más de una vez? No es difícil negar tal circunstancia
debido a que fácticamente eso es imposible. Al menos en las condiciones en las
que lo hicimos biológicamente. Quizás entonces tengamos que hacerlo en un
sentido metafórico.
Por otro lado,
me percato que la descripción de los re-nacimientos que he contado a saber, los
de mi paciente y el propio, tienen una diferencia importante: Ella, súbitamente
dió un giro de timón en el curso de su vida que impactó completamente su
existencia y ello implicó también a con quienes comparte su vida.
Lo ontológico-existencial
se refiere a un cambio constante y eso no sugiere necesariamente que demos
cuenta de ello. Tampoco quiere decir que ese cambio sea abrupto, pero puede ser
abrupto. También puede pasar que no me dé cuenta de que he estado cambiando
nunca. Puede pasar que, de quienes están cerca nuestro no nos percatemos de su
constante cambio, etcétera.
¿Qué quiero compartirte
hoy? Vivimos en una sociedad que se aferra a lo estático y que, sosteniendo
como ontológico este argumento define los comportamientos esperados en el
espacio público y al mismo tiempo, excluye cualquiera que sea distinto.
Sí, hay una
lectura binaria y reduccionista a saber, normal/anormal que hacemos como
sociedad y que al de-construirla, cuestiona de entrada los hechos,
comportamientos, emociones, relaciones interpersonales, etapas del desarrollo
del ser humano, vocación y más, que están siendo leídas de una u otra forma.
Pausa por aquí. Tres
conceptos básicos necesitamos recordar o tener claro: ontológico que se refiere a todo lo que el ser, por el hecho de
ser, es; ejemplo de ello es que por ser humano moriré. Óntico
que se refiere a la forma particular en que cada ser, experimenta eso que por
el mero hecho de ser es; aunque todas (os) vamos a morir, la manera en que nos
enfrentamos a ese ontológico varía dependiendo del ser humano.
Y finalmente deconstrucción cuya definición es
difícil de dar, pero de la que podemos decir que intenta analizar la estructura
vertical de un argumento en este caso lo estático normal y, por ende, más
importante, y el constante cambio como anormal y por ende secundario, para
horizontalizar y en consecuencia dar cuenta de otras posibilidades de
acercamiento a una forma de significar la realidad.
Dicho lo
anterior, te comparto que, en lugar de llamar normal a lo estático o dicho de
otro modo a argumentos tales como: “encuentra tu verdadero yo”, “descubre el
verdadero sentido”, “tienes tal tipo de personalidad”, “tienes tal diagnóstico
psicopatológico”, “encuentra tu vocación”, “eso no hace un hombre”, “eso es
típico de una mujer”, etcétera, me ha gustado mucho pensar la idea de nombrarlo
como un aspecto óntico del ser.
En consecuencia,
la cuestión del movimiento es un
ontológico. Ya sé, si has leído a Derrida (mano derecha en el pecho con
respeto y de pie por favor), puedes estar pensando que lo que digo es solo
invertir la estructura y por tanto, no estoy deconstruyendo.
No es eso lo que
deseo dado que no trato de hacer una lectura vertical sino horizontal en el
sentido de que todo ontológico es al mismo tiempo óntico. Es decir, todo lo que
nos constituye como seres humanos y por tanto es una generalidad, no encuentra
otra forma de ser observado más que en su particularidad específica.
Somos cambio y
al mismo tiempo permanecemos. ¿Soy, lo que dice una prueba de personalidad que
me aplican? Sí, pero no soy solo eso. ¿Soy, la licenciatura, oficio o posgrado
que elijo? Sí, pero soy más. ¿Soy, por el hecho de que haya y me hayan escogido
para ser pareja de alguien? Sí, pero nuevamente soy más. “Qué difícil es ser yo”,
comentó la filósofa Mía Colucci.
Nunca he tenido
dudas de llamar a mi madre mamá, aunque conozco una mujer que han decidido
(creo que yo hubiera hecho los mismo al saber su historia), dejar de ser madre
de sus hijas porque no soportó más. Nacieron de ella, sí y de un padre en que
dicha historia falleció, sin embargo, la madre enojada hasta el exceso por el
trato recibido, las conductas observadas y el dolor que le generaron sus hijas,
decidió dejar de ser su madre.
Claro que
podríamos argumentar mil y un cosas sin embargo lo que quiero decir con esta
historia es que aquí podemos ver lo óntico (ser madre), prescindir de lo
ontológico, el movimiento, sin embargo, se complementan. Decir que soy
movimiento y vivirme siempre con una misma identidad toda la vida es negar lo
ontológico. Al mismo tiempo no puedo decir soy nada, porque entonces nunca
sería alguien distinto y, ser nada siempre sería por mera lógica una sola
identidad, nada. La nada “nadea”, dice la filosofía existencial y sí, pero “nadea”
siendo cada vez.
Ahora bien,
podría estar pensando al leerme que el hecho de que lo ontológico requiera de
una consciencia refleja por parte del ser para ser, es absurdo y tiene razón. A
lo que le quiero invitar es a reflexionar conmigo la posibilidad de que, si
como sociedad comprendemos algo más sencillo que el trabalenguas de Heidegger a
saber, que lo que me identifica hoy puede no hacerlo más incluso este mismo
día, pero horas más tarde, podríamos acercarnos a una cultura de paz que dé la
bienvenida a la diferencia.
Lo que le
sucedió a mi paciente, lo que le contaba de mí, lo que pasó la madre que
decidió dejar de serlo, se parece también a las personas que a la mitad de
carrera quieren re-direccionar sus vidas y andar otros caminos, a quienes,
laborando una cantidad importante de años en una misma actividad, deciden que
no desean hacerlo más.
Se parece
también a quienes habiendo nacido mujer deciden a cierta edad que se
identifican más con el sexo hombre, o viceversa. Pero también a quienes habían
optado por una orientación sexual llamada heterosexual y que ahora se presentan
como bisexuales o lesbianas. También sucede con las parejas que deciden tener
ahora una relación abierta y no cerrada, con quienes deciden mudarse de ciudad,
con quienes escuchan música distinta a las que solían escuchar en su
adolescencia.
Para ir cerrando
me quedo reflexionando en qué tanta disposición tengo a veces de escuchar lo
diferente, que es también una posibilidad. Me vivo poco tolerante con las cosas
que salen de mis marcos de belleza, de lo que no considero inteligente, de lo
que categorizo como bueno o malo, etc.
Crear mis categorías
es óntico-ontológico, como hemos venido viendo. Negar otras onticidades porque
no me parecen viables a mí, eso es anular existencias.
¿Qué hacer?
Ojalá caminemos hacia el diálogo que no solo significa escuchar las
diferencias, sino también el reconocimiento, el interés, el genuino estar
abierto y demás, que observo constantemente como posibilidad de ocurrencia en
mis encuentros terapéuticos.
A manera de
resumen: al perder de vista que lo ontológico se comparte en tanto ser, y lo
óntico es una particularidad cuya forma pertenece a cada individuo, creemos que
nuestro propia onticidad es natural y por tanto ontológica y así, posibilitamos
los binarismos, normal/anormal, bueno/malo, salud/enfermedad, correcto/incorrecto,
bello/feo, hombre/mujer, heterosexual/no heterosexual, etcétera.
Naturalizando
nuestras propias onticidades nos volvemos ciegos a la sorpresa, se nos acaban
las preguntas, nos abundan las respuestas, observamos narrativas y no
posibilidades de diálogo, nos convertimos en predicadores del buen vivir
creyendo que sabemos qué es eso, somos policías de la salud mental, nos
transformamos en médicos que curan, etcétera.
Es importante
recalcar que, si bien por el afán de explicar los conceptos mencionados puedo
caer en la idea de que lo óntico es creado únicamente por mí, sería un error
mirarlo así. Pero esto quizás sea motivo para una segunda parte de este blog
demasiado largo ya.
Me reta
constantemente mi labor terapéutica y fallo también constantemente. Trabajo
falta por hacer, igual nos acompañamos por este medio para hacerlo juntos,
juntas.
Nota: Gracias especiales a mi paciente quien después de haber leído el texto me autorizó publicarlo.
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